La práctica del canto trovadoresco en gallego-portugués se extendió a lo largo de una gran parte de la geografía de la Península Ibérica en un período comprendido aproximadamente entre los años 1200 y 1350. De este espectáculo de carácter profano apenas sobreviven dos testimonios manuscritos exentos de época medieval. Es solo gracias al humanista Angelo Colocci, quien  ordena la copia de mil seiscientas composiciones en gallego-portugués en dos Cancioneros que hoy podemos acceder a una pequeña selección de esa experiencia cortesana. La multiplicidad de formas que adquiere en estos códices apógrafos la copia de las cantigas, los blancos, las anotaciones y rúbricas, y la completa ausencia de notación melódica resultan claro ejemplo de la distancia entre el objeto cancionero y una práctica lúdica y efímera como la del canto trovadoresco. Será esta distancia, nunca lineal, siempre compleja y no menos enigmática, la que marcará el camino que el seminario se propone recorrer a lo largo de sus encuentros.